En Yo soy la felicidad de este mundo, Emiliano observa su vida con los ojos de un director de cine, mezclando la realidad con su proceso de creación artística. La historia que está filmando se va mezclando con su vida diaria, hasta que su propio mundo se queda atrapado en el lente de su cámara. Confundido, solo y en frente de una pantalla, ahora es una realidad trastocada, pero una medible, controlable y manipulable al mismo tiempo. Él no se cansa de escuchar la misma canción, una de esas que uno canta o repite como si fuera plegaria, y que lo hacen a uno recordar, creer y convencerse a uno mismo.

Emiliano films intimate moments with a group of male dancers, recording their defined, tight bodies in strong, energetic movements and soon forms an impassioned relationship with one of his subjects. Although the relationship is emotional, erotic and intense, Emiliano finds it impossible to remain faithful and enters into a series of sexual encounters with handsome street hustlers.