¿Empezamos?


Juanma: No me siento nada seguro. (Risas).


Abróchense los cinturones, pues. La entrada de uno de los poemas de Mejillón- cebra Tiburón-sirena reza: «Estás en tu mejor momento». ¿Lo estáis?


Adrián: Mira, es una frase que yo utilizo muy irónicamente siempre que veo a alguien que está pasándolo mal. Por ejemplo, si un amigo tontea con las drogas, yo le digo: tienes que dejártelas, tómate una copa con nosotros y nada más, que estás en tu mejor momento. Y en realidad no, ¿sabes? Está en la mierda.


Vale, genial. ¿Y estáis en vuestro mejor momento?


J: No estamos en el peor, creo. (Risas).


A: Para mí es un momento de cambio, de muchísimos cambios. Mi cabeza se está reconfigurando.


J: Sí. De desequilibrios, pero para buscar algo nuevo.


Realmente, ¿creéis que hay un mejor momento en la vida?


A: Sí.


¿Y cuándo se descubre?


A: Con los créditos.


El poemario es una autobiografía. ¿Te habrías imaginado, Adrián, que estas serían las imágenes que recogerías para el recopilatorio?


A: Nunca lo he imaginado porque no hay tanta intencionalidad. Es una mirada hacia dentro para ver cosas que me han marcado. Pero es bastante subjetivo, seguramente podría reescribirlo con otras.


Hablas de cómo es ser un chico tierno en un mundo de alphas.


A: El poemario será muy estridente para algunos porque la homosexualidad no está en el telediario. Me encantaría que llegara a todos esos hombres de los crusings de España apoyados en los maleteros de los coches intentando desfogarse con un hombre mientras en su casa están su mujer e hijos esperándole. Para que encontraran la tranquilidad y la paz al leer el libro.


J: Un amigo mío dijo que le habría encantado contar con algo así de adolescente. Él ha vivido en un ambiente muy homófobo. De hecho sus padres ni siquiera saben que es gay.


A: El poemario no es una invitación siquiera a salir del armario. Es un «tranquilo, que está bien, que hay gente como tú, que ha estado en tu situación».


J: Sí, siempre hay un periodo de aceptación personal, vinculado o no a salir del armario, que tiene que ver con una meditación y un trabajo propios.


A: Es verdad, uno nunca termina de salir del armario. Uno sale del armario tantas veces… Estás cagado de miedo y sales del armario con tus padres cuando tienes 15 años, empiezas un trabajo y sales del armario con la gente de la oficina. Es continuo. Y publicas una cosa así y sales del armario en muchísimos aspectos, porque hablas de tu sexualidad, de la noche, de las drogas, de hacerse mayor… No es una cuestión de que te gusten los hombres o las mujeres. Es salir del armario en la vida. Con cada cosa que haces.


¿Cómo gestionáis el pudor?


A: Lo medimos con el arte. Si hay un valor último en deshacerse del pudor y poder llegar a gente y ser referente para algunas personas y desnudarse porque hace falta para reivindicar algo, el pudor se gestiona muy bien y nos deshacemos de él muy fácilmente.


J: Cuando es un ejercicio consciente es sencillo. A veces de primeras te frenas, pero si hay premeditación es distinto.


A: El pudor solo sirve para las entrevistas de trabajo. Para mentir y que te cojan. En sitios donde, ya te digo yo, si tienes que usar el pudor, seguramente no quieras estar.


¿Y de cara al entorno familiar y este tipo de cosas?


J: En mi caso no hay problema. Mi familia tiene una estructura bastante pudorosa pero poco a poco se ha ido desmantelando.


A: En el mío hay un silencio. (Risas). No lo interpreto mal, ¿eh? Precisamente porque ese silencio a veces dura demasiado, yo tengo necesidad también de establecer hitos.


Sois pareja ahora, y además coincide que trabajasteis en este proyecto a la par que íbais conociéndoos. ¿Creéis que gracias al arte habéis accedido a un registro más amplio del otro?


J: Sin duda. Además, no es el único proyecto que hemos hecho juntos. También trabajamos en unas pegatinas para el día del Orgullo. Al final conoces más al otro.


A: La vida en pareja es un proyecto juntos, así que estas cosas no son más que extremidades de ese proyecto, con un principio, un final. Cosas que se inauguran y se publican. Pero las dimensiones de un proyecto en pareja son amplísimas.


Sí, pero en este caso es una vía más rápida para llegar al interior del otro.


A: En este caso lo mío era un quitarse la gabardina con los relojes y no llevar nada puesto. Es una forma de conocerse en el hacer, que es algo muy bonito.


Juanma, en tus ilustraciones has usado la técnica del collage para plasmar la esencia del poemario. Como artista visual, ¿tienes una búsqueda más racional o más intuitiva del material?


J: Claramente intuitiva. Porque puedes proyectar, pero no suscribirte a esa idea inicial: va a cambiar. Siempre. Tienes que interiorizarlo, sentirlo tuyo e intentar jugar con lo que tienes.


Usas materiales orgánicos, de fast food, de desecho, incluso condones; mezclados con purpurina y un punto glitter, de fantasía. Hay también mucha reivindicación de la piel, de esa ternura e intimidad. Cuando trabajas, ¿juegas con tu imaginación para componer otros mundos o estás mostrando tu manera particular de verlo como artista?


J: Esta pregunta es jodida.


Sí, me he esmerado.


J: Me gusta la idea de materializar cosas que no se ven. Las emociones, salvo que hables de ellas, no se ven, no existen, no son tangibles. Así que… diría que ninguna de las dos.


¡Me he colado! Adrián, en el poemario se aprecia que, de ser un chico que llora lágrimas pastel, pasas a vivir unas experiencias que casi agreden.


A: Mira, al ver a los niños jugar en el parque el otro día lo pensé, que no hay una medida para las sensibilidades de los niños. En el colegio se asume que todo el mundo quiere o está suficientemente preparado para lo mismo. Qué de violencia sentía en esas clases de Educación Física… Y yo soy un chico, ¿cómo se sentirían las chicas en ese entorno? Lo único que pedían los profesores era que diéramos botes. No se contempla la ternura como algo respetable, sino como algo que deshacer para permitir el crecimiento.


La sensación global al llegar al fin del poemario es la de hallar una gestión consciente de la individualidad. Este proceso vital de la ternura, curtirse y pulirse: ¿es un iter general de todo el mundo?


A: El otro día leí una frase basura, tipo Mr. Wonderful, que dice algo así como que el artista o los adultos creativos son los niños que han sobrevivido.


Esa frase es demasiado profunda para ser de Mr. Wonderful.


A: Demasiado, sí. (Risas). Todos tenemos esa parte de niño interior, pero tú decides si aniquilarla o respetarla y visitarla de cuando en cuando.


J: Y todos pasamos por ese proceso de crear un caparazón alrededor e intentar endurecernos para sobrevivir.


A: La prueba está en los viejos. Cuando ya no tienen necesidad del caparazón, vuelven a ser niños. Es una putada porque parece que estás hecho un asco: a punto de morirte y pareciendo un bebé. Pero no es así.


J: Hay que aprender a ser vulnerable de nuevo. A llevar una armadura, más que una coraza.


Presentasteis el 17 de noviembre en Madrid en la librería Berkana y el 22 de diciembre en el café Ítaca, de Murcia. ¿Qué tal está yendo la promo del libro?


A: Es un currazo infinito. La gente piensa que ser autor novel no lleva trabajo, pero es al revés.


J: Sí, no es lanzarlo y olvidarte, o al menos en nuestro caso no. Hemos tenido la oportunidad de hacerlo todo nosotros, desde cero. Está editado por Flores Raras, pero está coproducido en cuanto a diseño.


A: Ese es un privilegio que nos permite lanzar un mensaje unificado más potente, con una coherencia que da la sensación de contar con una gran inversión detrás. Está todo muy cuidado y es importante porque la poesía tiene que entrar desde el primer contacto. Si en el paquete de Amazon pudiera haber poesía, sería estupendo.


J: Y la presentación fue muy emotiva.


A: Yo nunca pensé que haría llorar a una lesbiana militante LGTBI+ como Mili –la editora- con una historia enorme a sus espaldas. Había muchísima gente querida, pensé en todo lo que habíamos hecho Juanma y yo, y me sentí muy afortunado. Yo tengo este clic que en cuanto me siento querido, lloro. Tuve la voz temblorosa todo el tiempo, pero es que nunca había leído en público, unas verdades tan grandes enunciadas delante de tanta gente. Y decir cosas como que el fútbol es útil para todo en la vida, para tener una relación cercana con mi padre y todo eso… El público es un espejo difícil, pero a la vez sentía un chorro de voz inaudito. Estaba fuera de mí. Como cuando Sailor Moon se transforma, pero en un continuo brillar. No dejaba de emitir luz. (Risas).


J: Para mí a lo mejor no fue tan mágicamente transformista, pero sí muy especial también. Sobre todo por la sensación global de la gente presente, que nos arropaba. Y hacía tiempo que no sentía ese cariño, de incluso desconocidos, tan alentador.


Venga, un poco de autobombo para acabar. Porque no es por nada, pero tengo la súper suerte de ser parte del poemario: aparece mi cara en una de las ilustraciones y el título va por mí: El tocador de Andrea.


A: Es otra Andrea, ¿eh? No eres tú. Es Andrea de Torremolinos. (Risas).


Claro, ahí llevaba el pelo rubio, ya no.


A. Mucha gente se siente identificada con ese poema, ¿eh?


Es un avance de la intención del poemario, de querer ir hacia dentro, y no todo el mundo se atreve, porque eso requiere coraje. Enlazo ese poema con Todavía no, que es de la última parte, mi preferida porque sabe a paz y a trascendencia, y cito: La tierra no nos quiere quietos, satisfechos y sin hacernos más preguntas. Creo que sería un buen cierre de entrevista. Que hay que hacerse preguntas siempre, y esperamos que fruto de esas preguntas tu obra continúe, Adrián, y pegadita a la de Juanma. (Brindamos con la pantalla).


A: Amén.



Adrián saca el sushi de la nevera y yo me lío un cigarro.


Nosotros seguimos hablando, pero detengo la grabación de Skype. Esto ya lo contaremos en otro momento. Cuando nos pongamos lo suficientemente borrachos como para narrar más intimidades en un directo de Instagram, quizá.


Aunque sea a miles de kilómetros de distancia, yo a estos dos los siento siempre cerca.