En Memorias de un gato de buena familia, Katy Parra narra con una mirada melancólica y a la vez alegre su infancia, su adolescencia… su vida rodeada de gatos y otros animales. Con un estilo sencillo y a la vez hondo y con un tono agridulce que nos lleva de la risa a la emoción, va recorriendo algunas escenas y lecciones de amistad con sus gatos. Evidentemente este libro encantará a todos los amantes de los felinos pero más allá de eso estas páginas desnudan ante nosotros el extraño viaje de una vida  libre.

En palabras de la autora

«En estas memorias vengo a saldar las cuentas que tenía pendientes con todos los componentes de mi manada, aunque además me gustaría compartir mis vivencias animalistas con los lectores que quieran acercarse a la sabiduría animal que han dejado ellos en estas páginas, sus verdaderos protagonistas.  

Vine a la vida  -seguramente por error- en un mundo gobernado, con bastante torpeza,  por los humanos. De ellos aprendí a escribir, a engañar,  a reescribir capítulos de la historia de otros, a llorar en voz baja y a descontar ovejas con los ojos cerrados.

En casa convivíamos muchas especies: cabras, perros, pájaros, burros, humanos y gatos. De mis hermanos, sobre todo de los gatos, aprendí las cosas que de verdad importan: a remendar el mundo, unas veces con palabras y otras desde el silencio. También  a escuchar el canto de la lluvia o a compartir mi trozo de bizcocho con los gorriones.

Los gatos tenemos dos prioridades en nuestras siete vidas: aprender a saltar con lo puesto y defender la felicidad con las uñas, si fuera necesario».