Concluyen los años locos, los felices años veinte y el pequeño Pierre, un muchacho rubio, lindo e inocente, se escapa de su casa dispuesto a descubrir el mundo. Ante él se extienden las luces de París, una de las capitales del ambiente homosexual de Europa en esa época memorable por tantas cosas. En la gran ciudad Pierre se integra sin dificultad en un grupo de golfillos, grisetas y pequeños delincuentes, entre los que descubre su sexualidad y la atracción que ejerce su cuerpo en ciertos hombres, lo que decide explotar. Pero a medida que sus experiencias se van acumulando y el deslumbramiento inicial va evaporándose, comienza también a descubrir la dureza de la realidad que vive. Siguiendo sus peripecias, que lo arrastrarán como un torbellino del que no sabe salir, el lector se adentrará en el submundo homosexual de un París bohemio hoy desparecido: las calles, los bares y los urinarios propicios al encuentro entre disidentes sexuales; los baños de vapor en los que la aristocracia se mezclaba con los mozos de cuerda; los recorridos nocturnos por el parque de Bolonia, lugar de encuentros equívocos y de crímenes sin resolver; los problemas con la policía.

La pensión del Pez de Oro, publicado en 1929, es un retrato preciso de aquel París marginal en el que la homosexualidad se vivía, a pesar de la constante amenaza de la represión, con una vitalidad que sorprenderá al lector actual. Es, también, un libro de iniciación a la vida, triste y divertido, curioso, vital. Una novela aún más sorprendente si se tiene en cuenta la curiosa biografía de su autor, que vivió los ambientes que describe y los retrató en este texto de una manera realista y veraz.