A la sombra del mar

Jornadas cubanas con Reinaldo Arenas

A la sombra del mar

FICHA TÉCNICA

A la sombra del mar

Jornadas cubanas con Reinaldo Arenas

Formato papel

[Disponible]

pvp.18,00 €

En lugar de capítulos, Juan Abreu prefirió llamarlos prólogos. Son cincuenta; y conforman el texto de su nuevo libro, A la sombra del mar: jornadas cubanas con Reinaldo Arenas(Editores Argentinos, 2016), una cuidada reedición del que con el mismo título apareció en 1998 publicado por la editorial Casiopea. Pero, ¿por qué prólogos? El autor lo explica de esta manera: “Es que nunca pensé tener tiempo para más. Quiero decir, tiempo para escribir una biografía de Reinaldo Arenas”. Y así se quedaron, como fragmentos testimoniales de una época repleta de miedo, angustia y desesperación.

Escritos en La Habana entre diciembre de 1974 y junio de 1975, estos indispensables prefacios constituyen un histórico recuento del acoso al que fue sometido Arenas por parte del régimen castrista. Algunos de ellos, los que relatan la etapa en que el perseguido escritor debió vivir escondido en una alcantarilla del Parque Lenin, son tan detallados que podrían haberle servido a Schanabel para el guión de Before night falls.

Del primer prólogo escojo un párrafo que hubiese resultado ideal para ser convertido en una escena: “En la alcantarilla están los cartones con los que Reynaldo se abrigaba y protegía del frío y la humedad de la noche. En ese lugar del Parque, al amanecer, una espesa niebla que llega a la altura de las rodillas ahoga el paisaje”. El guionista solo habría necesitado agregarle las instrucciones fílmicas de rigor: “Ext: Lenin Park - Entrance to the Sewer - Foggy Dawn.

Pero antes de los prólogos, tres diferentes introducciones ayudan a los lectores no familiarizados con el tema cubano a comprender la alucinante aventura que están a punto de emprender. En la titulada Pequeño elogio de la escoria, Juan Abreu reflexiona, ya viviendo en Barcelona, sobre la indiferencia europea ante la tragedia que sufre el pueblo de Cuba: “Conozco a muchos demócratas honestos que, inexplicablemente, son incapaces de simpatizar (no hablemos de defender) con el derecho de los cubanos a disfrutar una democracia pluripartidista”.

En la segunda, Habana, primero describe la situación que vivían los jóvenes en la capital habanera: “Si me preguntan qué era La Habana para nosotros en aquellos años, tendría que responder sin vacilar: el Infierno”. Después narra los sucesos de la embajada del Perú y finaliza recordando su salida por el Mariel: “Surcábamos el mar que siempre nos pareció infranqueable, alejándonos de la isla. Los grises guardacostas se hacían a un lado para dejarnos libre el paso. A los veintiocho años corría hacia un destino incierto pero me sentía feliz”.

Y en la que lleva por título, Miami, describe su llegada a esa ciudad y sus primeros años en ella: “Miami es la ciudad del triunfo de los cubanos y del fracaso de los cubanos. La ciudad en la que hemos renunciado al porvenir, es decir, al regreso. El nuevo hogar que nos permitió sobrevivir, pero donde perdimos el alma”.

El último de los prólogos, el número cincuenta, comienza con el reencuentro de Reinaldo Arenas y Juan Abreu en un campamento de prisioneros: “Lo veo más allá de la cerca, pelado al rape, dentro del deprimente uniforme, sentado en una piedra”. Y termina con una certidumbre compartida: “Lo importante es que cada ser humano elija estar de parte de los que escogen la rebeldía y la libertad”

A la sombra del mar es un libro valioso. No solo porque pone al descubierto la saña con la que el régimen cubano persiguió a Reinaldo Arenas, sino porque la inmediatez con la que fue escrito le proporciona al relato una tremenda carga de realismo. Y también, por qué no, de humanidad. Y es que en sus páginas es posible descubrir, oculto detrás de su rostro desafiante y rebelde, a un joven indefenso y vulnerable que solo intenta ser coherente consigo mismo.

A la sombra del mar es también, en esencia, un hermoso y sentido homenaje a la amistad. Y a la literatura. O mejor, a la creación artística. A la verdadera; esa con la que Arenas siempre vivió obsesionado y que terminaría siendo, quizás sin que él mismo lo supiese, su salvación. 

Especial/el Nuevo Heraldo



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